Aviso de utilidad pública

Al final de la barra derecha se encuentran algunos términos rusos que se usan en la historia y otros tantos ingleses. Además de dos breves listas, la primera de los personajes principales y la segunda, de personajes secundarios. O bien, puedes efectuar una búsqueda dentro del blog a través de TechnoRati

miércoles, noviembre 15, 2006

Yeltsin y yo

En el área de trabajo en la que yo me desenvuelvo es común que en las noches frías de asedio y/o vigilia hablemos de como llegamos a donde estamos. Yo siempre digo lo mismo: si no fuese por Yeltsin no estaría acá. Quienes están familiarizados con la controversia que envuelve a Yeltsin, me miran fijamente como tratando de encontrar algo de ironía o humor en mi afirmación, pero no la encuentran, y es que yo lo digo muy en serio, de no ser por Yeltsin y su condenada "terapia de choque" yo ya habría muerto presa del frío, o el alcoholismo, en alguna calle olvidada de Dios en Moscú.

Cuando Yeltsin fue elegido presidente de la Federación Rusa yo tenía 15 años y me agradaba, en verdad que sí, era un tipo que se notaba quería que cosas buenas le sucedieran a la madre patria, aún cuando su reforma de comercio radical fuese una verdadera terapia de shock. Los economistas nunca le habían dado un nombre tan certero a un conjunto de reformas. Me agradaba, le veía empuje y era, después de todo, un cambio bienvenido, especialmente después de Gorbachev y sus consecuencias en contra de la unión soviética. Yo crecí en la calle y viví, para bien o para mal, lo que los medios desesperadamente trataban de esconder, si bien Gorbachev intentaba remover un poco de censura y permitir que estuviésemos mejores informados, para mi fue la caída del telón final que me separaba de la realidad. Es cierto, yo vivía en la calle y muchas veces mi única fuente de calor era una botella de vodka, pero verlo en TV arruinaba todas mis esperanzas de encontrar algo mejor. Gorbachev, al estar al mando del país y siendo consecuentemente el responsable de esto, me había arruinado la existencia. Yeltsin, por otro lado, si bien quería alejarse aún más del comunismo por medio de propuestas tiradas de las mechas (como dicen acá), era ciertamente la ventana hacía el aire fresco que hace rato veníamos necesitando, que yo venía necesitando.

Me agradó aún más cuando llamó a la "desobediencia civil" en Agosto del '91, eso se me daba naturalmente y, que el presidente de mi madre patria me diera rienda suelta, satisfacía plenamente mis necesidades. Yo no sabía nada de política en ese tiempo, apenas me instruía a través de los periódicos que lograba encontrar en las calles y muchas veces las noticias me llegaban con dos o tres días de atraso y con todo, lo que hicieran en el parlamento y los papelitos que se dedicaban a firmar poco o nada podían hacer por mi, mi esperanza estaba fijada en el futuro cercano, cuando los del parlamento dejaran de hacerle la vida imposible a Yeltsin y él pudiera aplicar sus reformas. En mi mente el cambio sólo tomaría unos segundos y de inmediato estaríamos abrumados de opciones, colores y sonrisas.

En septiembre del '93 fue removido legalmente del cargo y tomó su lugar Aleksandr Rutskoy, el Vicepresidente de Yeltsin. En ese momento habían, técnicamente, dos presidentes y dos ministros de interior, seguridad y defensa, los cuales se excluían mutuamente. Para el 28 de ese mismo mes las protestas en contra del gobierno de Yeltsin bullían en las calles y fue dentro de ese infierno de 10 días, que una rama secreta de elite militar me contrató en calidad de "freelancer"; fue allí donde mi infancia comenzó a terminar de morir. Mi trabajo era simple y peligroso; pasar información de un frente a otro, la paga no era mucha, pero me ayudaba a conseguir al menos una comida caliente al día y un lugar donde dormir.

Para el amanecer del 5 de Octubre la cuenta oficial era de 187 muertos y 437 heridos, lo recuerdo bien porque yo morí ese día, después de meses de agonía, una casi guerra civil acabó conmigo, aún cuando hayan sido oficialmente 187 muertos, en mi mente siguen siendo casi 1500. Mil cuerpos sangrantes sobre las aceras, en las escaleras del parlamento, al lado del camino; mil personas que murieron defendiendo su ideal.

Mi identidad y lo que me quedaba de ideales, se fueron con un chico de mi edad con quien recorría la ciudad en busca de comida y abrigo, al mismo tiempo que la que solía ser la KGB, empezó un programa de reclutamiento y yo, inexorablemente, caí en él.

No hay comentarios.: