Aviso de utilidad pública

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domingo, diciembre 03, 2006

Freelancer days

Acá las cosas están en calma y se descansa con una brisa caliente y seca, en el patio, debajo de unas mallas, el hijo de la vecina y yo hemos puesto una hamaca para tomar el fresco de la tarde. Me agrada tener un lugar fresco en donde poder sentarme a leer ediciones antiguas de "Reader's Digest", hay una del '45 que me llama especialmente la atención, en donde un grupo de yankees, movidos por un patriotismo sin antecedentes, se dedicaba a recabar evidencias en contra de empresas alemanas afiliadas al movimiento hitleriano que secretamente financiaban. Me hace recordar una de mis tantas aventuras como freelancer, aunque mucho menos honrosa y con nada de motivación patriótica.

Tenía 21 años. Me había separado hace menos de 6 meses de las fuerzas especiales secretas de Rusia, cuyo entrenamiento marcaría para siempre mi vida, había conseguido un departamento espacioso y agradable en Belfast, cerca del City Hall y mi vida estaba cayendo graciosamente en una rutina largamente esperada; en las mañanas salía a trotar por los alrededores y de vez en cuando iba a algún museo o tomaba una larga caminata por los jardines del parque "Sir Thomas and Lady Dixon". Las rosas allí son fantásticas, no había conocido el significado de quietud y paz hasta que entré por primera vez a ese parque.

Las conversaciones entre Gerry Adams, líder del Sinn Féin (brazo político del IRA), y Tony Blair, iban viento en popa y ya el 17 de Mayo de ese año (1997) Adams aceptaba la oferta del primer ministro británico de establecer un diálogo bilateral para alcanzar la paz en Irlanda del Norte. Un grupo radical, descendiente del PIRA, en desacuerdo con las conversaciones de paz, se puso en contacto conmigo; el objetivo era un cargamento ilegal de armas que venía desde los Estados Unidos para el PIRA. Mi misión era entrar en los cuarteles del PIRA, encontrar los detalles de la llegada del cargamento, fotografiarlos, obtener los mapas de distribución, fotografiarlos y dejar todo en orden, como si nada hubiese ocurrido. Para eso contaba con un grupo de cuatro chiquillos escuálidos y mal entrenados que, se suponía, eran mi equipo de apoyo.

En la fría madrugada de un miércoles, irrumpimos en los cuarteles y rápidamente nos escabullimos entre los pasillos desiertos del edificio. Desiertos. Debí haber sabido desde un principio que nada bueno podía salir de ello, pero no lo tomé mucho en cuenta y una vez estuviésemos todos en nuestras posiciones cortaríamos comunicación por 30 segundos, para no interferir con el sistema de vigilancia. Tenía que avanzar más o menos cinco metros hasta la caja principal de fusibles, por donde pasaba el cable principal de video-vigilancia, entrar al sistema, grabar unos diez segundos y ponerlo en un loop infinito; cerré la caja y volví a restablecer comunicación, excepto que nadie contestaba. Irvin, Dalí y Rob -obviamente todos nombres en código- habían sido atrapados por los centinelas, que a su vez ya sabían de nuestra visita y al parecer conocían con alarmante precisión nuestro plan. El sudor frío que me corrió por la espalda me sacó de mi estupor, con cierta desesperación eché a correr por el pasillo hacía donde se suponía debía estar Rob, mientras corría pensaba en qué hacer y qué tenía que ofrecer para salir de este embrollo, la adrenalina acelerándome hasta lo increíble.

Primera puerta a la izquierda, 30 pasos y luego a la derecha. Rob no estaba en su puesto, como único vestigio de su existencia el walkie-talkie con el que nos comunicábamos en el piso, destrozado. Saqué mi arma de su funda y con el revólver en mano caminé las 8 puertas que me separaban de los documentos se suponía debía fotografiar. Mi intuición, la lógica y mi cuerpo entero me gritaba que aquello era una emboscada, pero no sabía que otra cosa hacer; verán, yo nací bajo un régimen en el cual sólo sabemos obedecer y seguir adelante, no nos queda otra opción, cuando todo falla y las plantaciones se queman por el frío, una botella de vodka nos acompaña en nuestro caminar hacia el horizonte, la única derrota está en detenerse.

Pausa.

Frente a la puerta, un poco temeroso, el sudor frío volvía a correr.

Pausa.

Estiré mi mano para abrir la puerta cuando una onda de estática salió de mi intercomunicador, alguien estaba intentando comunicarse

Pausa

¿Clave Morse? Raya punto, raya punto punto punto... Abort, luego, más estática. Cómo saber si el mensaje venía efectivamente de Irvin, Delano o Dalí.

Respondí.

Raya punto raya punto, raya raya raya... Code?

Silencio. Silencio. Silencio.

Los nervios me estaban carcomiendo ¡¿Los nervios?! Después de servir casi dos años a la madre patria, el nerviosismo me estaba obligando a cometer errores de principiante. "Muévete Sergei", me dije en mi interior. Fui a la caja principal de fusibles, corté la electricidad y me dirigí hacia la sala de control de vigilancia, donde supuse podrían tener a mi equipo. "Cuando todo el mundo haga zig, haz zag" Mi abuela una vez me dijo eso, me estaba enseñando a jugar ajedrez. También dijo que lo importante era no caer en el juego del otro, pues muy bien, no era de esperarse que yo fuera tras mi equipo, así que allá estaba, buscándolos, dándole prioridad altísima a lo que no la merecía, no importa que tan riesgoso fuese, me la iba a jugar el todo por el todo. Tengamos en cuenta que mi trabajo se trata, esencialmente, de tomar riesgos y saber afrontarlos.

La sala de vigilancia quedaba en el subsuelo. Tomé la escalera y dos guardias me salieron al encuentro, resultado, dos balas certeras, probablemente dos familias destruidas. Más adelante lo mismo, otro par de guardias, dos balas más, dos familias más al basurero. Me gustaría que esto quedase claro, nunca he sido un asesino a sueldo y nunca lo seré, es más, no creo que tenga honor matar a alguien, pero en mi línea de trabajo, es matar o ser matado y cuando esas son las únicas opciones, es la ley del más fuerte la que prima, no otra. No se confundan, esto es un acto de mera supervivencia.

Mientras uno del bando contrario se debatía entre la vida y la muerte en el suelo, Dalí salió a mi encuentro. Sangraba profusamente de la zona superior de la ceja y un brazo le colgaba de manera extraña, estaba fracturado. Me informó que el resto del equipo estaba retomando posiciones en los pisos superiores y acto seguido me urgió por los documentos que se suponía ya deberían haber estado en mi poder.

Delano nos esperaba afuera con el auto. Las heridas de Rob e Irvin lo pillaron por sorpresa. Aceleró hasta tocar el fondo y nos llevó a un lugar seguro.

Recuerdo que era bien entrada la madrugada y que nuestras palabras salían con pomposas nubes de vapor. Intercambiamos información por dinero en las afueras de Newcastle, una jugosa suma de dinero fue depositada frente a mi con órdenes específicas de no dejar el lugar dentro de los próximos 20 minutos, un francotirador me tenía en la mira y no dudaría en meterme una bala en la cabeza si yo no cumplía con sus exigencias. Este tipo de negocios nunca terminan con risas en un restaurante de moda, pero bueno, es mi vida y no conozco otra manera de vivirla.

1 comentario:

Minerva McGonagall dijo...

Esa historia me hizo ver al personaje corriendo por el lugar!!... me uto!!